Hoy, 16 de junio del 2021, se cumplen 66 años del bombardeo a la Plaza de Mayo. Aquella mañana del ´55, la Marina arrojó 14 toneladas de explosivos sobre la población civil. El objetivo inmediato era matar al Gral. Perón. A largo plazo, el antiperonísmo perseguía un sólo propósito: arrasar con las interminables conquistas del movimiento nacional peronistas.
El jueves 16 de junio de 1955 amaneció nublado. La Plaza de Mayo, epicentro de la historia argentina, convivía con la tranquilidad de sus espacios y el paso acelerado de la población civil. No se trataba de un día como cualquier otro: algunos inquietos e inquietas rondaban la zona, aguardando un espectáculo aéreo que homenajearía al Presidente de la Republica, con una lluvia de flores.
Hasta entonces nadie se imaginaba que la «esperada lluvia de flores» se constituiría como el atentado terrorista más grande de la historia de nuestro país.
A las 10.30 horas, según relata Perón en su obra La Fuerza es el Derecho de las Bestias, se desata un bombardeo brutal sobre la plaza. 30 aviones de la Marina de Guerra y la Aeronáutica invadieron el cielo gris, para oscurecer la Patria.
Venían desde la base aeronaval de Puerto Indio (Paraguay) y lucían un símbolo singular: CV (Cristo Vence). Cargados hasta la médula de explosivos, soltaron desde el aire una infinidad de bombas de violencia. La fatídica jornada dejó un saldo de más de 300 muertos y muertas, y duplicó en cantidad de heridos y heridas. Un colectivo fue destruido y consumido por el fuego y las cenizas: se trataba de un transporte escolar que trasladaba a niños y niñas felices, que visitarían al General.
¡Hay que matar a Perón!, esa era la consigna. El espectáculo de sangre se extendió por varias horas. La Marina bombardeó la CGT, el Ministerio de Obras Públicas, el Departamento Central de la Policía y la Residencia Presidencial.
Perón advirtió a la población, ya erguida para su defensa, que renunciara a asistir a la Plaza de Mayo. Jamás estuvo en sus planes disponer de las vidas de argentinos y argentinas, pudiendo optar por otro de los caminos que conducen a una revolución: el tiempo. A pesar de las bombas, el intento de golpe fracasó y la Marina tubo que rendirse.
EL MENSAJE DE PERÓN DESPUÉS DEL BOMBARDEO
EL PAPEL DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL GOLPE
Toda contrarrevolución dispone de una pata civil. En este caso, la marina obedecía al comando golpista de Montevideo compuesto por Bemberg, Gainza y Lamuragia: verdaderos financiadores del levantamiento. Semejante traición sólo pudo ser posible con el dinero oligárquico. Así, dichos personajes, desembolsaron su intolerancia a la justicia social y al pueblo, sin escatimar en un sólo centavo.
El atentado contó con el financiamiento parasitario; la Marina empuñó las armas, y las y los políticos de la Unión Democrática consintieron el ataque, ¿qué papel jugó la iglesia?
Negar la participación de la Iglesia Católica en el golpe del ´55 sería nocivo para la salvaguarda de nuestro desenvolvimiento histórico. Si bien ésta había sido una de las instituciones que apoyó la irrupción de Perón en la política nacional, la misma tomó una actitud reaccionaria frente al gobierno peronista, casi una década después.
Perón afirmaba que el justicialismo era profundamente cristiano. Y concebía que lo era en las obras y «no en las demostraciones». Según él, trataba de estar cerca de Dios y lejos de quienes explotan su nombre.
Eva Perón fue perseguida y calumniada por los curas argentinos. Mientras los sacerdotes mandaban a la Acción Católica a derribar los bustos con que el pueblo la homenajeaba, las y los más humildes erguían su vida para defenderla. Las velas y los altares del pueblo no rezaban una cruz más que la de quien había muerto por ellos y ellas: Evita.
La relación entre el clero y el peronismo se iba desgastando. Fueron dos leyes, aprobadas por el Parlamento, las que agudizaron el odio clerical: el reconocimiento de los hijo es hijas «no naturales» (como desatinadamente se las y los concebía por entonces), y la Ley de Divorcio. Estas legislaciones tensó el vínculo e irritó a los curas que, desenfrenadamente, promovieron la insurrección.
MATAR A PERÓN EN PRINCIPIO, PARA ANIQUILAR LAS CONQUISTAS DESPUÉS
Constituiría una eternidad mencionar cada una de las conquistas obtenidas durante el peronismo. De nada sirve «un papel», cuando la mayor evidencia se refleja en la memoria colectiva de un pueblo que, aún hoy, dispone de los derechos sociales, políticos, económicos y culturales conquistados de la mano de aquel coronel.
Perón no sería quien fue (y es) si no hubiese significado la síntesis de lo obtenido: objetó la acumulación y concentración de la riqueza de los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina; puso a disposición de su pueblo los resortes básicos de la economía; garantizó y promovió derechos laborales, a partir del importante proceso de industrialización. Consolidó el acceso a la salud y a la educación de millones de argentinos y argentinas. Y puso al servicio de su pueblo la grandeza de la nación.
Los cálculos de la alianza oligárquico-clerical sólo resultarían victoriosos con Perón muerto. Posteriormente, debían consolidar la violación del Estado de Derecho para lograr su cometido: promover la proscripción del peronismo, la prohibición de su participación política y borrar del imaginario social los años más felices.
El bombardeo de junio del ´55 fue la antesala al derrocamiento peronista de septiembre. Para entonces, Perón no murió, pero padeció 18 años de exilio. A pesar de las bombas, los posteriores fusilamientos y la proscripción, los cálculos de la Libertadora fallaron: pues, lejos de borrar al peronismo de la conciencia colectiva, el pueblo «sólo empezó a cantar un poco más bajito» mientras, en sus acordes, se iba gestando la resistencia.