EL DÍA QUE ¿SE CONVIRTIÓ EN CALABAZA?

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Desde Trazo Popular, compartimos otro de los cuentos que nos hizo llegar la compañera MALVINA NOMEOLVIDE. Aquí comparte sus recuerdos y sentimientos del día en que Cristina Fernández de Kirchner se despidió en la Plaza de Mayo… allá por diciembre de 2015.

Me desperté con un nudo en la garganta: mezcla melancolía; alegría; con un toque de desolación. Me desperté con la imagen intacta de la despedida de Cristina en su plaza… La de ella, la de todos y todas.

Lo vi por la pantalla desde un pueblo del interior, en Jujuy; lo sentí en la humedad de las sierras cordobesas; lo lloré desde el frío chubutense; y lo caminé con cada compañero y compañera desde el Congreso hacia la Plaza.

Las banderas vivían con alegría e incertidumbre su último, alegre, despliegue. Los cantos brotaban desde una algarabía con sabor a despedida. Todos y todas con la mirada hacia el frente: esperando la salida de una mujer que, con su humanidad individual y colectiva, nos había hecho abrazar la política.

Ese día fui notera, vendedora ambulante, tenía el brazo más empoderado de la ciudad machacando un bombo que hacia sabio silencio cuando Cristina nos dirigía la palabra. Ese día fuí compañera, madre, hermana, amiga, argentina…

La intensidad del montón me hacía sentir que no estaba sola, pero necesitaba la palabra… Ese plan que te cuentan al oído para hacerte parte y decir… «creo que la mano, viene por acá»…

Pero asumía que posterior a esa imponente plaza se venía la imposición del silencio para rifar vidas… ¡No me equivoqué!, pero eso es parte de otro cuento…

Me aturdían, felizmente, los agradecimientos: gente que venía a agradecer su primera casa; el blanco de su trabajo; la inauguración de un nuevo centro de salud en su barrio; compañeros y compañeras que se convertían en las y los primeros, de su familia, en pisar una universidad pública; se cruzaron por mi camino los primeros y primeras licenciadas; una fila de científicos y científicas agradecían a cántaros el presupuesto en ciencia. Era una fiesta… de despedida… ¡Pero una fiesta!

Seguíamos aguardando, hasta que la voz resonó: nos miró a los ojos con la convicción de poder hacerlo sin tapujos; lamentó las infamias a la estructura constitucional; coronó de hermosas palabras a la juventud; y desde la garraspera de su garganta pudo reflejarse en la lágrima cristal de la millonada.

Aludió, graciosamente, su paso a calabaza. Pero después de vivir tamaña plaza; irrepetible suceso histórico ¿se convirtió en calabaza?

El día se iba apagando de sol para darnos un brillo lunar, con el caer de la noche. Esa despedida fue, sin dudas, la más difícil de mi vida, de las nuestras…

Cuando todo terminó, y bajó el calor y la adrenalina de 12 años enteros, revividos en pocas horas: caminé de vuelta a casa, o apagué el televisor… ¡El telón bajó!, la incertidumbre pesó… ¡Angustió!

A veces pienso, y pensando mal, que fue una mochila haber recuperado la conciencia política. Porque antes de cambiar calabaza por gato, supe que se venían las penumbras. Pero cuando me recupero, y despierto de esos 4 tenebrosos años: se me aparece la plaza, junto a la promesa de Cristina de estar siempre junto a nosotros y, sin decirlo explícitamente, preparar la vuelta.

Cuando rebrota la conciencia, agradezco la política… Y por añadidura a ¡Néstor y Cristina!

Ahora estoy acá, rememorado este día, aquel día. Me encuentro en presencia de un pueblo que no desarma, que resiste pruebas desconocidas.

Por lo pronto, imagino más plazas… ¡no, de despedida! Veo y siento plazas de miles bienvenidas…

Malvina Nomeolvide